Magos, alquimistas, filósofos y médicos han formado parte de la compleja historia de la química, que es una ciencia muy reciente. Hoy tiene una dimensión propia y diferenciada de las otras muchas disciplinas con las que se ha mezclado a lo largo de su historia. La filosofía de la química es más reciente todavía y, sin embargo, la reflexión en torno a la materia, las sustancias y los elementos ha formado parte de la reflexión filosófica desde su origen.
Hace más bien poco tiempo- considerando la longevidad de la disciplina- que la filosofía comenzó a reflexionar sobre la naturaleza de las ciencias de manera rigurosa. Aunque la filosofía discute con las ciencias desde los presocráticos, la historia de la ciencia, sociología de la ciencia y filosofía de la ciencia son inventos recientes, que podemos rastrear desde la filosofía del Círculo de Viena, ya entrado el siglo XX.
Para reflexionar en torno a algo hay que tomar distancia. ¿Cuántas veces la proximidad de los árboles no deja ver el bosque? La historia de la complicada relación entre las ciencias y la filosofía comienza en un momento en el que estas no eran disciplinas distintas, sino que se acompañaban, se completaban y se construían en común. Podemos destacar los casos de Pitágoras, Aristóteles, Descartes, Leibniz, Kuhn o Wittgenstein, algunos de los filósofos más conocidos que también fueron notables científicos.
En la modernidad el desarrollo de las ciencias como disciplinas independientes comienza a poner sobre la mesa la necesidad de reflexionar desde afuera sobre su naturaleza, alcance y propósitos. Es así como surge la filosofía de la ciencia en general, pero también las filosofías en plural que abordaban algunos campos de conocimientos más concretos. La matemática, la física, la biología e incluso la medicina son vistas como objetos de un interés especial. Pero ¿y la química?
1.Reflexión en torno a la materia
La historia de la química es un largo camino de oscurantismo, magia, alquimia y ciencia. Quizá el primer antecedente de la disciplina actual se remonte a la teoría elemental de Empédocles. Para el filósofo del siglo V a.C., la realidad material estaba compuesta de la mezcla variable de fuego, aire, tierra y agua; elementos a los que Aristóteles añadió más tarde el vacío. En ese momento quedó asentada la relación entre lo que hoy consideramos la química y la reflexión en torno a la materia, lo que podemos percibir a través de los sentidos.
El vínculo entre química y materia se asentó con las teorías fisicalistas desarrolladas, en primer lugar, por Leucipo y Demócrito, quienes teorizaron que la base de la realidad eran los átomos. Una versión muy distinta de este atomismo la dio, siglos más tarde, John Dalton, al que debemos hoy la teoría atómica. La relación con la filosofía en la Antigüedad estaba servida: la materia era también el concepto estrella que estudiaban los filósofos.
La química moderna no solo remite a las teorías científicas griegas, sino también a las prácticas mágicas y metalúrgicas que se hallaban integradas en la alquimia de la Edad Media. La figura del alquimista tiene algo de misterioso.
[..]La modernidad convulsionó todos los ámbitos de la ciencia. La química como disciplina integradora de los estudios en torno a la materia, de las prácticas alquímicas ya desprovistas de su misticismo y de la medicina. La podemos atribuir a los franceses Marie y Antoine Lavoisier, aunque hay historiadores que la atribuyen al científico irlandés Robert Boyle un siglo antes.
2. Bases de la nueva disciplina
En 1661, Boyle publica El químico escéptico, obra en la que utiliza el método científico y trata la comprensión y obtención de sustancias. La química es ya una ciencia con pretensión de racionalidad y comprensión del mundo. Antoine Lavoisier publica en 1789 su Tratado elemental de química. En él asienta metodológicamente esta nueva disciplina y establece algunos elementos claves de la racionalidad contemporánea. Utiliza una nueva nomenclatura para los elementos y aplica el principio de conservación de la materia elaborado por el científico ruso Mijaíl Lomonósov.
Junto con Dalton, que entre 1803 y 1808 postula el primer modelo atómico, estos científicos ponen las bases de la nueva disciplina y asientan algunas definiciones y normas que serán estudiadas después por la filosofía. Tal vez sea Kant uno de los primeros que le dedica una tención especial. En su obra póstuma (Opus postumum, de 1803), el filósofo sostiene que la química “es la ciencia de la fuerza inherente a la materia”, volviendo a poner en el centro la noción de materia que será discutida una y mil veces.
Este concepto lo vemos de nuevo en los manuales modernos. En Química general moderna, de Babor e Ibarz, de 11935, un clásico de la historia de la química, se señala que esta “trata de la materia en lo que se refiere a su naturaleza, composición y transformación”, siendo lo material todo aquello que podemos percibir por los sentidos. En otros manuales se destaca que la química es el estudio de la materia, como lo que tiene masa y ocupa espacio. El problema de definir la química se vincula con su nivel de dependencia de la física, la otra gran ciencia que se encarga de “lo material”. Mario Bunge propuso una definición más concreta de la química derivándola de la definición de energía, donde lo material es aquello que tiene energía.
Cuando la filosofía se pregunta qué es la química, eso abre una plétora de preguntas profundamente filosóficas. Por ejemplo, sabemos que la química se encarga de la materia, pero no está muy claro qué es la propia materia. Este problema se vio cuando, a finales del siglo XIX, se descubrió la existencia de ondas electromagnéticas, entidades que no ocupan tiempo ni espacio, pero de cuyo estudio se encargan la física y la química porque intervienen en los procesos de transformación de sustancias y en la realidad misma.
El mismo problema sobre su naturaleza última lo encontramos en torno al concepto de átomo. Etimológicamente, refiere a lo que no se puede dividir, la unidad última indivisible. Pero esta definición y la que atiende a su composición (núcleo de protones y neutrones en torno al cual orbitan electrones) no resuelven el enigma de su naturaleza. La química como ciencia tampoco ha sido infalible: sus hipótesis y teorías han sido superadas una y otra vez. La hipótesis del flojisto, como principio que se encuentra en las sustancias inflamables, fue superada por el estudio de la combustión como proceso químico, así como los estudios astrofísicos del siglo XX superaron la teoría del éter. Hoy, la química sigue enfrentándose a interrogantes para los cuales es esencial introducir una mirada filosófica. Por ejemplo, nos preguntamos si es posible una forma de vida no basada en el carbono (¿en el silicio, elemento similar en propiedades y comportamiento?). Pero para contestar debemos responder antes qué es la vida. También es indispensable una mirada ética que resuelva otros interrogantes. La pregunta, por tanto, no solo es por la naturaleza de la química, sino por aquello en lo que queremos que se convierta.
(Irene Gómez-Olano. Artículo extraído de Filosofía &Co de Marzo 2024. Número 8)