El objetivo de una ciencia es establecer explicaciones (o teorías) fidedignas sobre algún fenómeno basándose en pruebas. Para llegar a conclusiones sobre la conducta humana, los psicólogos la observan, la miden y la examinan, utilizando para ello una rigurosa metodología científica. Estos métodos deben ser reproducibles y poseer unas características particulares que permitan controlar los contaminantes que podrían justificar, erróneamente, los hallazgos de un estudio. De este modo, el psicólogo podrá estar inequívocamente seguro de que sus conclusiones se deducen del razonamiento propuesto y no de otros factores. Así, las terapias y las intervenciones se podrán basar en esos resultados con garantías razonables.
El proceder básico de cualquier investigación psicológica supone hacerse preguntas, diseñar un estudio, recoger datos, analizar los resultados, alcanzar conclusiones y compartir los hallazgos con el resto de la comunidad psicológica. Un estudio empieza siempre con una hipótesis o una predicción provisional sobre una relación propuesta entre dos “variables”. Una variable es algo que podemos introducir o retirar de la ecuación para observar su efecto sobre el resultado. Por ejemplo, pongamos que quisiera analizar qué cantidad de elogios mejora la conducta de mi hija. La variable sería el elogio y la hipótesis sería, probablemente, “elogiar a mi hija mejorará su conducta”. A continuación, esa predicción, que está basada bien en investigaciones previas o en otro razonamiento lógico, se somete a examen. Existen tres formas principales de hacerlo: a través de experimentos, mediante la investigación correlacional y usando métodos observacionales.
1. Experimentos.
Una vez que el psicólogo investigador tiene su hipótesis, necesita examinarla realizando algún tipo de experimento para comprobar las hipotéticas relaciones entre las variables. Dichos experimentos pueden ser muy complejos, con muchas variables diferentes, o bastante simples, tipo causa y efecto. Hasta el más sencillo tendrá varios elementos y debería contar con un grupo de control, es decir, con un grupo que no esté sometido al experimento para poder realizar comparaciones con él.
Tras recoger los datos del experimento simple, los investigadores aplican cierto número de pruebas estadísticas para determinar si las diferencias encontradas entre el grupo de control y el experimental son significativas estadísticamente o si podrían haber sucedido por casualidad. Para establecerlo, esas pruebas calculan la probabilidad de que los resultados hayan ocurrido por puro azar: si la probabilidad es lo suficientemente baja, su asumirá que las diferencias encontradas son consecuencia de la intervención, en cuyo caso se considerarán estadísticamente significativas.
2. Investigación correlacional.
No toda la investigación psicológica se lleva a cabo mediante experimentos. Una alternativa es utilizar métodos correlacionales para buscar la correspondencia entre variables. Por ejemplo, si examináramos la relación entre la edad de un niño y su altura, encontraríamos la correlación de que si una aumenta, la otra también. Sin embargo, no sería adecuado utilizar este método correlacional con adultos.
3. Métodos observacionales.
En este caso, el investigador no trata de entrometerse o de modificar lo que sucede; simplemente, observa, sin intervenir en ningún momento. En los métodos observacionales lo importante es que el investigador no influya en el procedimiento de ningún modo. Este enfoque puede ser útil a veces, cuando no es ético manipular una variable (por ejemplo, si quisiéramos estudiar la agresividad infantil con este método, sencillamente se observaría a los niños, sin hacer nada para que mostrasen una mayor agresividad) o cuando existe la necesidad de minimizar las “características de la demanda” (mediante las cuales los participantes, de forma deliberada o no, proporcionan a los investigadores lo que creen que están buscando con el experimento).
Sin embargo, también pude existir el problema del “sesgo del observador” en el que el investigador, inadvertidamente ve y registra lo que espera encontrar. A demás, está la cuestión de si las personas reaccionan de diferente manera al saber que están siendo observadas. Este problema a veces puede subsanarse si no se informa a los participantes de que están siendo estudiados, quizás haciendo que el investigador se una a las actividades que están realizando.
Los estudios observacionales pueden ser bastante invasivos en términos de privacidad. También hay que tener en cuenta la ética con respecto a los métodos observacionales encubiertos: si los participantes son observados en circunstancias ordinarias (como esperando el autocar), donde cualquiera puede verlos, normalmente no se necesitan permisos. En otras circunstancias, si conseguir el consentimiento invalida el estudio al producir sesgos, podría ser posible solicitarlo a posteriori.
(Dra Sandi Mann. La Biblia de la Psicología. Tú, este libro y la ciencia de la mente. Ediciones Gaia. Madrid. 2016)