¿Cómo nos desarrollamos?
Los psicópatas…¿nacen o se hacen?
Uno de los debates más antiguo en psicología gira en torno a lo que conforma exactamente nuestra personalidad y analiza la influencia relativa que en ella ejercen el ambiente ( la crianza) y nuestros genes (naturaleza). La expresión “naturaleza y crianza” lleva usándose al menos desde la época isabelina y se cree que se remonta a la Francia medieval. En la parte de la balanza que se inclina a favor de la crianza se encentra la perspectiva de la “pizarra en blanco”, propuesta por primera vez por John Locke en el siglo XVII, que asume que la conducta humana se desarrolla principalmente gracias a las influencias del ambiente (por tanto, rechaza la influencia de componentes hereditarios). Esa fue la visión imperante hasta finales del siglo XX gracias a los enfoques puramente conductistas de J.B. Watson y otros, que les otorgaban un protagonismo mínimo a los genes. Cuando se empezó a utilizar gemelos idénticos como objeto de investigación psicológica, la perspectiva empezó a cambiar.
En torno a la Primera Guerra Mundial, se separaba sistemáticamente a los gemelos que iban a ser dados en adopción. Eso proporcionó una excelente oportunidad para estudiar la influencia relativa del ambiente y de los genes, ya que algunos de esos gemelos idénticos, que portaban el mismo material genético, fueron enviados a entornos diferentes. Los estudios con gemelos establecieron que existía, en muchos casos, un importante componente hereditario en la personalidad. En los años noventa, gracias a los avances en los estudios genéticos, el influjo de la heredabilidad empezó a ser más fácil de examinar. En 2002, un libro escrito por Steven Pinker llamado La tabula rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, fue decisivo para invertir la tendencia del siglo anterior y alejarse del purismo conductista preponderante entre los años cuarenta y setenta.
En la actualidad, se piensa que la personalidad del individuo (e incluso su inteligencia) es producto tanto de factores hereditarios como del ambiente (la crianza, la relación con los padres, el condicionamiento social, la nutrición y la educación). Los factores de tipo ambiental en la familia, por ejemplo, pueden llegar a ser responsables de hasta un cuarto de las diferencias de Cociente de Inteligencia. En cuanto a la personalidad, está demostrado que los gemelos idénticos criados separadamente son bastante más similares en cuanto a personalidad que pares de personas seleccionadas al azar (y que los mellizos, que comparten menos material genético entre sí que los gemelos idénticos).
¿Qué sucede entonces con las “personas malas”? Los psicólogos llevan tiempo dándole vueltas a esta cuestión, entre otras razones por las implicaciones que tendría en cuanto a tratamientos y castigos. La respuesta es que la psicopatía (que entraña una falta de código moral, de empatía y de remordimientos) es probablemente el resultado de, entre otros factores, una interacción entre naturaleza y crianza. Por ejemplo, un artículo publicado en 2006 en el Journal of Abnormal Psycholgy, titulado “Asociaciones entre el abuso temprano, la disociación y la psicopatía en una muestra de delincuentes”, insinúa que al menos parte de las, características de las personalidades psicopáticas se dan como resultado de abusos (factores asociados a la “crianza”). Otros estudios apuntan a que existe un componente de tipo “natural” en la enfermedad. Por ejemplo, un experimento de 1991 halló que los cerebros de los psicópatas reaccionan con mayor lentitud a palabras con carga emotiva que los de no psicópatas. Otros estudios descubrieron que las imágenes IRMf (imágenes por resonancia magnética funcional) de los cerebros de los psicópatas revelaban un debilitamiento del tejido paralímbico, que se supone responsable de los sentimientos de empatía.
(Dra Sandi Mann. La Biblia de la Psicología. Tú, este libro y la ciencia de la mente. Ediciones Gaia. Madrid. 2016)