Aspasia de Mileto (ca.470-410 a. C.), segunda esposa de Pericles, de origen Tracio. De Aspasia tenemos referencias de que se la conocía como retórica y miembro del círculo de filósofos que rodeaban a Pericles. Platón, en el Menéxeno, la toma como modelo de discurso retórico. Este diálogo es un epitafio o discurso fúnebre enmarcado en dos partes dialogadas, que sirven de preámbulo y epílogo, entre Sócrates y el joven Menéxeno interesado por la retórica. De modo irónico, Sócrates ensambla distintos discursos atribuidos a Aspasia, para desmitificar ante el joven Menéxeno la tarea del orador. Diálogo altamente controvertido, el Menéxeno, a pesar de su brevedad, hace acopio de exageraciones, anacronismos y errores, probablemente para desprestigiar la tarea de la retórica en general (cosa que Platón hace también en otros diálogos como el Gorgias), y los discursos de Aspasia, en particular. En el Menéxeno, las observaciones filosóficas son marginales y carecen de la solidez que presentan en otros diálogos; además, no guarda el esquema característico de los discursos fúnebres.
Las razones por las que Aspasia casi desapareció de la historia de la filosofía y de la retórica son las comunes a toda la producción de mujeres y específicas de su figura. Entre las primeras, sabemos que era muy difícil que se tomaran en serio los textos de las mujeres, razón por la cual, en el mejor de los casos, se las registraba como miembros de una escuela, se consignaban solamente las ideas más afines a ella, no se marcaban sus disidencias críticas por considerárseles particularmente irrelevantes y, por lo general, no se transmitían (copiaban) sus obras, hallándose hoy la mayoría de ellas perdidas e incompletas.
Respecto del caso particular de Aspasia, fue blanco de las críticas indirectas a Pericles. Inválidos como sabemos que son los argumentos ad hominem, las críticas a su persona dividían aguas en Atenas. Mientras que se atribuye a Eurípides haber escrito una obra titulada Melanipa, la filósofa, en la que se dibuja la figura de Aspasia, como una mujer fuerte, valiente, inteligente y de alma indómita, se atribuye a Aristófanes, a partir de las mismas cualidades, una imagen descalificada de la misma. Aspasia fue llevada a juicio por impiedad, acusada de proporcionar mujeres a su esposo Pericles para fines eróticos, según cuenta Plutarco, recogiendo testimonios de Antístenes. Ese juicio, como los llevados a cabo contra el filósofo Anaxágoras y el escultor Fidias, se inscribieron en el fuerte movimiento de oposición a las políticas democráticas de Pericles, y aunque Aspasia fuera exonerada, su reputación se dañó severamente.
Debemos sumar a todo eso un conjunto de prejuicios, algunos de los cuales llegan hasta nuestros días. Tanto fue así que Dionisio de Halicarnaso (I a. C.), por ejemplo, para ilustrar la distancia que mediaba entre la retórica ática y la asiática apelaba a la diferencia entre una mujer casta y una hetaira, en remota alusión a la asociación de Aspasia a los burdeles donde se decía que había aprendido y enseñado retórica antes de asociarse con Pericles. Tucídides, por su parte, la considera instigadora del desencadenamiento de la guerra del Peloponeso, como Helena lo había sido de la guerra de Troya. Sobre la base de textos de Aristófanes, que convirtieron el problema del uso de los puertos de Atenas por los megarenses, más que en una cuestión comercial y de tráfico de granos, en un problema vinculado a los prostíbulos del Pireo, el puerto de Atenas, de los que se decía que Aspasia era dueña, consejera o responsable. Tucídides desacredita su figura como retórica y filósofa.
Basándose en tradiciones antiguas habitualmente no consideradas, Madeleine M. Henry- cuyo libro Prisionera de la Historia es el primer estudio detallado de la vida y obra de Aspasia- recoge no solo el retrato peyorativo que se hizo de ella, sino, sobre todo, las controversias que se suscitaron a partir de su defensa política del proyecto democrático de Pericles. Atada más a los prejuicios que a su filosofía, habría que esperar hasta el siglo XI de nuestra era, para que se viera reivindicada por Heloísa (1098-1164), quien puso de manifiesto- en el marco de los prejuicios que rodearon sus relaciones con Abelardo- que Aspasia había sido desacreditada por haberse destacado actuando, pensando y ejerciendo su libertad, aun en cuestiones de orden sexual.
(María Luisa Femenías. Ellas lo pensaron antes. Filósofas excluidas de la memoria. Ediciones LEA. Buenos Aires. Argentina. 2020)